No me edites el pasado
Todos sabemos que no es nada fácil salir de la zona de confort para navegar en aguas desconocidas, y a veces también un poco hostiles. Nos estresan las incertezas. Uno carga con un bagaje cultural que arrastra malezas milenarias respecto al ser en sí, y todo aquello que lo interpela o lo conflictúa, incomoda.
Sin embargo salir al menos un ratito del cálido termo mental, suele mostrarnos un plano diferente al ya conocido, y permite asomarnos un ratito al desierto de lo real.
Está sobrevaluado el pensar siempre lo mismo. el denostar el contradecirse o modificar el discurso a lo largo de los años. Pero hay que permitirse este conflicto, aunque nos puedan señalar como traidor de las propias ideas.
Cada uno sabe lo que hace, o al menos lo cree saber. Pero si algo he aprendido en estas 2 décadas de vida al cuadrado es que hay que permitirse dudar. El intentar limpiar la cabeza de los preconceptos y cual niño, no olvidarse de preguntar por qué. Y aunque pocas veces se encuentren respuestas, creo que en el cuestionamiento a lo establecido está la punta del ovillo.
Un ejemplo actual es la lucha feminista, que sacude la estructura social en la que nos hemos visto inmersos durante generaciones. Habiendo normalizado mil cosas que no soportan un planteamiento sin desmoronarse. Pero aún hay resistencia, y no solo de personas mayores. Sino de quienes han mamado y se les ha hecho carne esa estructura.
No soy un talibán del feminismo, porque muchas veces esas manifestaciones caen en lo extremo de la hipersensibilidad, o en lo pasivo agresivo defensivo. Sin embargo es algo nimio comparado con lo que esta reivindicación significa.
Hay una corriente actual con la que no concuerdo, y tiene que ver con el título de esta pobre disertación. Y se trata de estas nuevas prácticas de editar el pasado reinterpretando y corrigiendo escritos, películas, u obras creadas en algún momento concreto de la historia para quitarles injusticias de género en modo retroactivo.
Creo que las sociedades cambian, evolucionan, pero esos “errores”, esas “injusticias” son parte de su identidad temporal. La memoria y la justicia necesitan de esos recuerdos como piedra grabada de lo que hay que aprender a evitar. O mismo para comprender la evolución de pensamiento de la línea temporal de las sociedades.
La vida es eso, un constante transicionar hacia el futuro. Está en nuestra naturaleza resistirnos a todo aquello que nos rompe el esquema, el cómodo orden normativo. Pero hay que pelearse con ese instinto. No es necesario estar de acuerdo con toda nueva corriente de pensamiento, pero si es importante no cerrarse herméticamente y al menos darle algún changüí.
Esto va no solo como reflexión sino también como auto recordatorio. No estoy tan deconstruido como quizá se pueda pensar. Es un trabajo que nos interpela a estar atentos, a actuar activamente en consecuencia, pero nadie dijo que sea sencillo.